Los
expertos estiman que alrededor de 1 billón de computadoras serán desechadas
para el año 2010. Mientras la tecnología avanza y los precios bajan, muchas
personas piensan que las computadoras son artículos desechables. Pero, el
desechar unidades de sistema viejos (chasis), monitores y otros componentes de
la computadora es un grave problema. Las computadoras contienen varios
elementos tóxicos, incluyendo plomo, mercurio y bario. Las computadoras arrojadas
a vertederos o quemadas en incineradores pueden contaminar el suelo y el aire.
Una solución sería el reciclaje de computadoras viejas. La organización
“Computers for Schools” actualiza computadoras donadas y las vende a escuelas y
estudiantes a precios bien bajos y los donantes reciben alivios contributivos.
Algunos legisladores norteamericanos prefieren una estrategia más agresiva,
como el implantar un programa de reciclaje que se costee con una tarifa de $10
incluido en el precio de una computadora nueva o responsabilizar a los
manufactureros de computadoras por el acopio y reciclaje de sus productos.
Algunos manufactureros han dado algunos pasos positivos. Algunos han reducido
la cantidad de material tóxico en sus productos, y otros han implantado sus propios
programas de reciclaje, por los cuales los usuario pagan una tarifa. Un
manufacturero admite, sin embargo, que sólo el 7% de las computadoras vendidas
se han reciclado. ¿Qué se puede hacer para asegurar que las computadoras se
dispongan de forma segura? ¿Debería el gobierno, los manufactureros o los
usuarios ser responsables de desecharlas de forma segura? ¿Por qué? ¿Cómo se
podría motivar a los usuarios a reciclar equipo obsoleto?
La renovación de aparatos eléctricos y electrónicos se convirtió en una
realidad frecuente en el mundo y, también, en nuestro país.
La chatarra electrónica es un tipo de
residuo que contiene metales pesados y tóxicos. El problema surge, entonces, al
arrojarla a basurales clandestinos, rellenos sanitarios o incineradores, lo que
genera que sus componentes dañinos emerjan y contaminen el ambiente. Frente a
este escenario, ¿Qué se hace con estos rezagos?, ¿Cuáles son los lugares dónde
estos desperdicios son almacenados?, ¿Existen recaudos en el manejo de estos
aparatos al finalizar su vida útil?
Montañas de tecnología inútil están
emergiendo. El aumento en las ventas de productos electrónicos, informáticos y
eléctricos crece de manera exponencial junto a una categoría de chatarra que
comienza a adquirir mayor atención dada la adecuada gestión ambiental que
exige. Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) es la denominación
con las que se conoce a estos desperdicios. También, en forma informal se los
suele nombrar como basura electrónica y en inglés como, e-waste.
El vertiginoso avance de la tecnología y
sus permanentes innovaciones, la velocidad de recambio de los aparatos, el
abaratamiento de sus costos y el acortamiento de su vida útil, de la mano de un
marcado consumismo, generan el cóctel perfecto para el incremento precipitado
de este tipo de residuos. Lo que le otorga a los desechos una mayor proporción
dentro del total de basura producido por la sociedad.
Argentina y
sus números
Según datos proporcionados por Gustavo
Fernández Protomastro, director de la consultora Escrap, se estima que la
generación de residuos electrónicos es de 2,5 kg/habitante/año. Considerando
una población de 40 millones de argentinos, se razona que ronda las 100.000
toneladas por año, de las cuales, un 35 % proviene de Informática y
Telecomunicaciones (IT), un 30 % de grandes electrodomésticos (heladeras,
lavarropas, aire acondicionados) y el resto de TV, audio, video, pequeños
electrodomésticos, juegos, electrónica médica y herramientas varias.
A estas cifras se suma el informe de la
Cámara Argentina de Máquinas de Oficinas, Comerciales y Afines (CAMOCA)
realizado para el periodo 2007, que reveló existían 48.000.000 kg de equipos en
desuso que derivaban en desechos electrónicos. Según Carlos Scimone, gerente de
CAMOCA, la mayor modificación evidenciada durante 2009 se dio en torno al
volumen de celulares que quedaron fuera de circulación, que aumentó un 20%.
Encontrándose 10 millones de celulares en desuso. En lo que respecta a
impresoras láser, también puede observarse un fuerte incremento hallándose, en
la actualidad, 30.000 unidades inutilizadas.
Lo más alarmante es que gran parte de
esos RAEE, “más del 50 %, quedan acopiados en Services, hogares, oficinas o
industrias. Más del 30 % son desechados con la basura o a través de mercados
informales de chatarreros. Y sólo menos del 5 % del total es gestionado por
Operadores habilitados por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable
de la Nación”, explica Protomastro.
Conversión
digital
Según los analistas, la migración de
tecnología analógica a digital y de monitores de Rayos Catódicos (CRT) a
pantallas planas y LCDs generarán el mayor afluente de residuos electrónicos y
eléctricos en los próximos años. Por ejemplo, la conversión digital de
televisores que experimenta EE.UU desde el año pasado, despertó gran
preocupación debido a que se considera podría exacerbar el problema con los
residuos electrónicos.
La Agencia de Protección Ambiental de
Estados Unidos estimó que existían casi 100 millones de televisores en desuso
almacenados a través de EE.UU a finales de 2007. A estas estadísticas, Basel
Action Network (BAN), una organización sin fines de lucro que presiona para que
EE.UU ratifique el Convenio de Basilea, apuntó que al menos uno de cuatro
hogares se deshará de su viejo televisor este año. Eso podría resultar en 28
millones de tubos de rayo catódico fuera de circulación. Sarah Westervelt,
miembro de BAN, sostiene que la mayor parte de esos residuos será exportado
para ser procesado en China y África, en expresa violación al Convenio de
Basilea que prohíbe la transferencia de “basura tóxica” de países desarrollados
a subdesarrollados.
Compuestos
peligrosos de los RAEE
La basura electrónica contiene químicos
y sustancias delicadas junto con metales tóxicos potencialmente perjudiciales
para el medio ambiente y el ser humano. Roberto Felicetti, vicepresidente de la
Fundación Ambiente y Sociedad y coordinador general de la planta de reciclado
de RAEE de la institución, especifica que “estos aparatos contienen metales
pesados -tales como cadmio, plomo, mercurio, cromo y níquel- PCB, bromo,
clorofluorocarbono, poliuretano, selenio y cobre. Mientras que en los circuitos
impresos yace oro, plata, paladio, iridio, germanio y cobre, además de otros
componentes muy dañinos como berilio y antimonio.” Para ejemplificar lo
contaminante que pueden llegar a ser estos residuos, Felicetti señala “que sólo
un televisor o un monitor de computadora pueden llegar a tener hasta dos kilos
plomo.”
Es importante destacar que durante la
vida útil de los equipos eléctricos y electrónicos, sus materiales dañinos no
representan una amenaza, al estar contenidos dentro de circuitos, placas,
cables, etc. El problema aparece al convertirse en desperdicios y no ser
gestionados de manera correcta. Una importante cantidad de los aparatos son
arrojados a rellenos sanitarios, incinerados o desechados en basurales
clandestinos, cuando no son dispuestos junto con la basura ordinaria, tirados y
amontonados en la vía pública. De esta forma, “estos artefactos reaccionan con
el agua y la materia orgánica liberando tóxicos al suelo y a las fuentes de
agua subterránea, o con el hidrogeno que hay en el aire expulsando vapores
tóxicos.”, puntualiza Felicetti.
El otro inconveniente a ser analizado es
la cantidad significante de RAEE almacenados en oficinas, bauleras y servicios
técnicos. “Lamentablemente, la mayor parte de los residuos queda acopiado en
hogares y depósitos empresarios o gubernamentales, por si en algún momento, esa
tecnología caduca pudiera servir. Y el tiempo y el abandono hacen que los
equipos pierdan funcionalidad. Por ejemplo, ¿para qué guardamos la vieja
videocasetera o el viejo tocadiscos?”, reflexiona Protromastro. La acumulación
de aparatos en desuso no permite que aquellos metales valiosos y compuestos
reciclables puedan ser aprovechados, produciéndose mayores efectos ambientales
para la extracción de nuevos materiales. Por ejemplo, “una computadora completa
pesa aproximadamente 10 kg y de ella casi todo es aprovechable. Hasta las
plaquetas donde radican la mayoría de los residuos peligrosos junto con metales
preciosos que se exportan a Europa”, señala Felicetti. A lo que Protomastro
agrega: “La sociedad del consumo requiere materias primas. El viejo Winco,
puede ser el metal del mini-componente para terminar reciclado en un I-Pod. La
tecnología avanza con gran velocidad y el reuso de equipos es una buena opción
para volver a emplear la materia prima de lo obsoleto como insumo industrial de
lo nuevo.”
Países
subdesarrollados: basurales electrónicos del mundo
El proyecto StEP (Solving the e-waste
Problem) – una iniciativa conformada por la Universidad de las Naciones Unidas
(UNU), el Programa de Medio Ambiente de la ONU, la Agencia de Protección
Medioambiental de EE.UU y empresas del sector privado como Microsoft, Hewlett
Packard, Dell o Philips- explica que el procesamiento de la chatarra
electrónica requiere de métodos tecnológicamente avanzados, que maximicen la
extracción de recursos útiles y minimicen los daños al medio ambiente y al ser
humano. Desafortunadamente, este tipo de procedimiento no es habitual. Al mismo
tiempo que la exportación ilegal de RAEE de potencias industrializadas, en
carácter de “donaciones” o “reciclado”, a países en vía de desarrollo se vuelve
moneda corriente. Con la excusa de reducir la brecha digital y proveer de
equipos tecnológicos a naciones que lo requieren, la Unión Europea, países de
Europa, Estados Unidos, entre otros, se deshacen de su chatarra y transforman a
las naciones subdesarrolladas en los basurales electrónicos del mundo. En estos
lugares las técnicas de reciclado, fundido y desmantelamiento son en extremo
rudimentarias, inseguras y precarias, y, en general, realizadas por niños.
Estos patios traseros de las grandes urbes plantean importantes peligros para
los trabajadores y su entorno local, pero al parecer no representan una gran
preocupación. Será tal vez porque a nadie le gusta hacerse cargo de su propia
basura.
¿Qué hacer
con los RAEE?
La basura ordinaria de por sí ya genera
inconvenientes a la hora de juntarla, separarla y desecharla. Por ejemplo, en
nuestra rutina doméstica, ¿cuántas veces discutimos por quién debe ocuparse y
sacarla? En el caso de los RAEE, la incertidumbre y molestia se duplica; sin
saber cómo manejarlos en la mayoría de los casos. En general, los equipos son
almacenados en casas y oficinas,-juntando polvo en bauleras, depósitos,
armarios, etc.-, traspasados de mano en mano, abandonados en servicios técnicos
o acumulados en el cordón de la calle a la espera del recolector de basura.
Todas estas actividades son efectuadas por la mayor parte de los argentinos,
que suelen desconocer que con su accionar impiden la reutilización,
aprovechamiento y readaptación de los aparatos. Pero, más relevante, ignoran el
trabajo social, educativo y laboral que puede reportar el reuso y reciclado de
los RAEE.
Más allá de la inexperiencia que se
posea en torno al tratamiento de los residuos, los fabricantes de equipos
electrónicos y eléctricos no están excusados apuntan las organizaciones
ecológicas. Los volúmenes de RAEE están creciendo. Su industria va en aumento.
Es hora, entonces, que los grandes generadores asuman la responsabilidad por
los impactos ambientales de sus productos, haciéndose cargo de las unidades
desde su elaboración hasta el final de su vida útil.
En definitiva, quizás llego el día en
que todos –industriales, sector público y privado, consumidores- nos
comprometamos con un tipo de basura, para la cual, no disponemos de días ni
horarios de retirado.